jueves, 27 de noviembre de 2008

Jóvenes heredan la Fiesta de las Ñatitas
Por: Pablo Peralta

El Arzobispado de La Paz prohibió la celebración de la liturgia durante la Fiesta de las Ñatitas, un ritual pagano de origen desconocido. La Iglesia Católica considera que el culto a los cráneos humanos no es una práctica cristiana y, por ello, debe cambiarse.

Sin embargo, esta moderna extirpación de idolatrías choca con la masificación de una tradición que ya forma parte de la cultura de mucha gente joven que, de una u otra forma, se vinculó con la veneración a las calaveras.

La Fiesta de las Ñatitas se efectúa el 8 de noviembre de cada año, después de Todos Santos. Miles de personas se vuelcan al Cementerio General para que sus calaveras escuchen misa y reciban la bendición católica, pues se cree que así adquirirán atributos mágicos de Dios.

Miriam Huanca tiene 22 años y hace cuatro tiene a Ángela, una calavera que consiguió para sus estudios de Medicina. Desde entonces la lleva cada año al cementerio y cada lunes le enciende velas. “La adquirí para poder estudiar y luego ya me he encariñado con ella. Es como parte de la familia”.

Todos los creyentes tienen una relación familiar con los cráneos y por eso se refieren a ellos por los nombres que les dieron, aunque algunos le dicen “almitas” o “angelitos”, y, los menos, “ñatitas”. Juliana Salas, de unos 24 años, también estudia Medicina y tiene su calavera, y por primera vez presenció el ritual. El año pasado su tía Dionisia llevó a la ñatita para la bendición, pero ahora está de viaje, así que la joven se ocupó de la celebración, pues le preocupa que Karen se enoje con ella.

Juan y Juana son los “angelitos” de Ángela Patricia Mendoza, de 19 años, estudiante de la carrera de Odontología. Ella tiene los cráneos desde hace seis meses, aunque ya sabía de la costumbre porque tenía una tía que lo hacía.

Esa no es la única manera en que la juventud se aproxima a la tradición, sino también por las actividades familiares. Ese es el caso de Nieves Mayta, una joven de 22 años a la que, por primera vez, le tocó llevar a Lenin al camposanto para la liturgia. La costumbre no es extraña para ella, ya que convive con la calavera desde que tiene “uso de razón”.


El cráneo llegó a la casa de Nieves cuando su hermana María Luisa estudiaba Medicina. Fue un regalo que le dieron con la promesa de que sus deseos se cumpliría y que su casa estaría protegida.


La magia que se les atribuye a las ñatitas es la que suma creyentes. Alejandro Fernández Flores, de 20 años, encontró a María cuando hacía su servicio premilitar en el puerto de Chua, a orillas del lago Titicaca, en el departamento de La Paz. “Nos ha escogido… se me ha aparecido, de repente nomás. La he encontrado así en mis pies”, asegura.


Alejandro cuenta que el primer año no se le pasó por la mente llevar la calavera a la celebración del cementerio, pero después María se le presentaba en sueños y le susurraba cuando escuchaba música. Ahora sigue el ritual que “es como su cumpleaños”. “La voy a festejar un poco, vamos a compartir con ella”.

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